Impresiones sobre mi experiencia en Bolivia
Nueve veces ya el Señor me ha proporcionado el poder viajar a Bolivia y trabajar allí durante los meses de julio y agosto en las comunidades campesinas de Comarapa.
Se me pide que manifieste mi pensamiento sobre esta aventura. Lo haré en dos sentidos: en cuanto a mi persona, como cristiano y como sacerdote, y en cuanto al impacto que nuestra presencia ha causado en aquella gente.
En el primer sentido diré que estoy convencido de que esta oportunidad repetida ha sido un regalo espléndido que Dios me ha querido hacer. No lo busqué; fue algo que vino a mis manos. Yo no voy en plan de vacaciones, voy dispuesto a trabajar en lo que se me pida. Pero, hasta el momento he de reconocer que resultó un trabajo a gusto, ni excesivamente duro, ni peligroso. Me he sentido plenamente feliz. No sé el bien que he podido hacer allí…; pero sí puedo afirmar que a mí personalmente me ha enriquecido de sobra en el orden espiritual, en el orden pastoral y hasta en el corporal. Que la austeridad de vida, la sencillez, el "sin agobios y sin ruidos" (dos meses sin teléfono, sin tele, sin ordenadores, sin coche), son las mejores medicinas. Allí encuentro ambiente propicio para leer libros "duros", cosa que me es imposible en el ajetreo de la parroquia. Y tiempo para rezar y ocasión para desprenderme. Creo que me ha acercado mucho más a los humildes, he aprendido a aceptar su pobreza y sus limitaciones, a comprenderlos, a escucharlos, a valorarlos. Cuando regreso me siento renovado, con más ganas de trabajar en mi parroquia. Yo digo que cada mes que paso en Bolivia es como si me quitaran un año de edad. Bolivia, en efecto, me rejuvenece. Y este cambio que se da en mí, también ocurre en los otros componentes del grupo.
En cuanto a los campesinos, diré que Bolivia es una nación rica, con muchísimas posibilidades. Sin embargo, por la incidencia, sobre todo, de una mala política de mucho tiempo atrás, se ha convertido en una de las naciones más pobres de América. Allí se da ese contraste tan injusto de muchos países: Unos pocos ricos, muy ricos, cada vez más ricos, y una mayoría pobre, cada vez más pobre y a la que no se ve la salida.
La zona en la que trabajamos es una zona que nadie quiere: pequeños "campitos", entre hondas quebradas, en pendiente, de difícil acceso, laborados con medios muy anticuados. No dan mucho, y lo poco que se saca, tras un trabajo inhumano. Todos han de meter el cuello: las mujeres con sus "guaguas" a cuestas, los niños no más dan los primeros pasos. Sus casitas, de adobes y techos de caña y barro, insalubres. Una alimentación pobrísima (no hay hambre porque la barriga se llena de papas). La higiene nula. Casi todos tienen algunos animales: unas ovejas, algún "chancho" (cerdo), alguna gallina. Los más favorecidos, su vaquita (no precisamente lechera), y algún caballito.
Subsisten. Si algún año la cosa le viene mal, a emigrar que se ha dicho. Para colmo de males nos encontramos las "borracheras". Para mí ésta es una de las causas de la pobreza. Por culpa de ellas se agotan los ahorros, se pierden días de trabajo, se acaba en peleas… Las mujeres también beben más de la cuenta, y muchas chicas (14 y 15 años) regresan de las fiestas embarazadas. Para mayor inri, casi todas estas fiestas tienen ¡un matiz religioso! Aquí está la gran baza para las sectas: los católicos, dicen, "toman" y pegan a las mujeres. Los evangélicos no prueban el alcohol y no pegan a las esposas ni a los hijos.
¿Cuál es nuestra labor allí? Primero que nada convivir: hablar con la gente, visitarla en sus casas, compartir la comida sencilla que nos ofrecen. Nuestra convivencia, a pesar de las "distancias chocantes" (ante su escasez nosotros parecemos ricos), es beneficiosa: se han creado amistades muy profundas, les hemos ayudado a alcanzar ciertos sueños (tener agua limpia para beber, placas solares para luz, un tractor, un camino mejor, arreglar unas escuelas), han adquirido un mayor interés por la cultura (las escuelitas han progresado bastante, e indiscutiblemente parte de este progreso se debe a nuestra influencia). Algo les hemos sacado de su "resignación". Las comunidades beneficiadas con algún proyecto, al que hemos ayudado desde España, han mejorado visiblemente. En cuanto a lo religioso, les hemos asistido en sus necesidades más perentorias, les hemos inquietado, les hemos vuelto críticos ante la labor de las sectas. Otra empresa de indudable trascendencia es el internado, que abre cauces nuevos a chicos y chicas que valen para el estudio.
Pero al mismo tiempo sentimos que esto es poco. Habría que contar con un grupo mayor de voluntarios, con algún sacerdote más joven, con gente que pudiera permanecer allí durante todo el año.
No sé si el Proyecto Bolivia merece un sobresaliente; pero, sin discusión, más que un simple aprobado.
Y Bolivia, ¿progresa? Pensamos que sí, aunque con una lentitud enorme. Además se trata de un progreso que beneficia poco a los campesinos pobres. No ven futuro. Los jóvenes se marchan del campo. Muchos sueñan con venirse a España. Allí también ha llegado esta fiebre, que puede ser muy peligrosa.
Baldomero Delgado - Sacerdote, 74 años
(hasta 2006 ha participado 12 veces en el Campo-Misión con el grupo)