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  • Foto del escritorLucía Muñoz y Ana Romero

La experiencia de Lucía y Ana




“Podría estar horas y horas escribiendo sobre mi experiencia de estos dos meses, hay tantas cosas que me han llamado la atención, muchas vivencias y muchos momentos compartiendo. Al principio lo pasé mal porque no me hacía con el silencio, la soledad, la distancia de la gente... pero llegó un momento en el que era la persona más feliz y no me quería ir de allí, tras varias reflexiones, la explicación que le doy es el fruto de la confianza con los campesinos /as, el estar pelando papas con las Doñas, jugar al fútbol con ellos, reír y disfrutar de los niños...

Todo esto hizo que yo me sintiera como en mi casa y le cogiera cariño a las Comunidades de la Siberia, fue mutuo el cariño ya que en repetidas veces me daban las gracias por estar compartiendo con ellos los alimentos, los bailes, las risas, las fiestas...

El último día fue muy especial porque celebramos las Comuniones y estuvimos preparándolas durante tres semanas, ese día se me marcó por varias cosas, una de ellas fue las palabras de un chico de 18 años que me dijo: Hermanita Lucía no se va a olvidar de nosotros, ¿verdad? Al escuchar eso me entro rabia de que una persona pudiera pensar así, ¿Una experiencia así se le puede olvidar a alguien?, ¿Cómo se olvida?. Junto con las vivencias están las personas, ellas son las que nunca se olvidan.


Yo pienso que una experiencia de este tipo puede servir para crecer en la fe, abrirte los ojos hacía el mundo en el que vivimos, conocer muchas personas... y a mí personalmente enamorarme de Bolivia, yo guardo los recuerdos en una parte de mi corazón, esa parte late pensando en los campesinos/as de las comunidades de la Siberia

Boliviana.”

Lucía



Todavía recuerdo la sensación de inmensa tristeza, que al recorrer las lagrimas por mi rostro, me inundaba por separarme de los campesinos, porque tras dos meses conviviendo con ellos, riendo, jugando, caminando, comiendo, sumando, escribiendo, en silencio o hablando, llegaba la hora y nuestro camión se iba alejando poco a poco por esos caminos de tierra, sin saber cuándo volveré y sabiendo que a muchos nunca más los veré.


Hoy, un mes después de ese momento, una sonrisa ilumina mi cara cuando escucho “Bolivia”, ha representado mi vida durante los dos meses de verano y me recorre un cosquilleo de alegría cuando lo recuerdo. Son tantas cosas las que os podía contar de la gente, las costumbres, las casas, la política... que podríamos tomarnos varios cafés sin que parara de hablar...”

Ana


Nos ha encantado estar los dos meses viviendo como viven ellos, comiendo lo que ellos comen, andando como ellos, sin luz, sin agua potable, sin lavadora, sin lavaplatos, sin wáter ni ducha, sin móvil, sin brasero (allí es invierno), viajando en camión, sin reloj... pero con mucho tiempo para disfrutar de ellos, de las “doñas” (ellas), de los niños, del silencio, la naturaleza...Cuando nos preguntan que hemos hecho, nunca sabemos como explicar que lo único que hacemos es estar, convivir con y como los campesinos de la Siberia boliviana, y lo que queda es un inmenso cariño a la gente, junto al pensamiento que alucinarían si supieran lo bien que vivimos, no se pueden imaginar cuanto, tenemos tanta suerte y es tan injusto...No cambiamos este verano por nada y sabemos que por mucho que te expliquemos no te puedes imaginar cómo es Bolivia ni lo que se siente, hasta que uno no lo ve con sus ojos y lo vive con sus sentimientos no se comprende igual.


Seguramente no nos conocéis, somos Lucía y Ana dos amigas algo alocadas de 21 años pertenecientes al grupo Proyecto Bolivia, voluntarios de S.E.D. Como nuestro nombre indica trabajamos por y para Bolivia. Para ambas ha sido nuestra primera experiencia “allá” y sabemos que no será la última, ya os contaremos...

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